miércoles, 6 de julio de 2011

General Baldomero Espartero

Don Joaquín Baldomero Fernández Álvarez Espartero, hijo de Antonio Manuel Fernández Espartero y de Josefa Álvarez, no nació en Logroño, sino en Granátula de Calatrava (Ciudad Real), el 27 de octubre de 1793, pero en Logroño vivió, en Logroño amó, en Logroño se casó, en Logroño recibió a dos reyes, Amadeo de Saboya y Alfonso XII, en Logroño murió el 8 de enero de 1879 y en Logroño descansan su restos mortales, con los de su esposa, en la catedral de Santa María de la Redonda.
 Estudió en el seminario de los dominicos de Almagro, pero pronto se desvaneció el seminarista y surgió el soldado, al toque de independencia de 1808, formando parte de un batallón de voluntarios de la universidad de Toledo. Ingresa como cadete en la Academia y en 1815 marcha a América, recorriendo en operaciones de guerra muchos kilómetros de su dilatada geografía. Regresa a España en 1824 y es destinado a Pamplona, Logroño, Barcelona y Mallorca, de donde es llamado a la muerte de Fernando VII, para ponerse al frente de las tropas que defienden la Corona a favor de su hija Isabel, en contra de su hermano, el pretendiente Carlos María Isidro. Espartero gana la guerra contra los carlistas y se produce el famoso abrazo de Vergara. Espartero es recibido con aclamaciones en todas las partes.
Espartero era militar, no político. En 1841, los progresistas, a cuya cabeza estaba Espartero, obligaron a abdicar a la reina madre, María Cristina, como regente del Reino y la sustituye el propio Espartero, que dura como tal dos años, al cabo de los cuales es desterrado a Inglaterra, donde permanece hasta 1849, en que vuelve a España y se retira a Logroño. En 1854 retorna Espartero a la política y permanece en ella durante el llamado bienio progresista, retirándose definitivamente a Logroño, en 1856. Los habitantes de la capital de La Rioja le veían a diario, montado en su caballo, de paseo hacia su finca de "La Fombera”, a orillas del río Iregua, y se despedían a su paso, saludándole con cariño.
Habrá pocos casos en la historia como el del General Espartero, porque es del todo singular que el hijo de un aldeano, de un humilde cartero, llegue a conde, marqués, duque, príncipe, Toisón de Oro, Jefe del gobierno, regente del reino, y a quien, incluso en 1868, se le busca y se le ofrece, en serio, la Corona de España, vacante por el destronamiento de Isabel II, cosa que no acepta muy sensatamente, alegando sus muchos años, y despidiendo a la comitiva a la puerta de su palacio logroñés, con esta chispeante y airosa salida: “Amigos, hace tiempo que se acabaron mis ambiciones políticas; si me queda alguna, me conformo con ser alcalde de Logroño”.
Y, efectivamente, a lo que no renunció nunca fue a su logroñesismo desde que en 1827 se casó con doña Jacinta Martínez de Sicilia, la doncella de "La reja dorada”, hija de viejos hidalgos logroñeses, a la que hizo duquesa de la Victoria que, por eso, lleva para siempre ese título y ese nombre una de las mejores y más largas calles de Logroño, que parte del Espolón.

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